- Leandro Fernández Macho
- Fecha de actualización: 12/04/2023
La resiliencia es la capacidad para enfrentar los desafíos que la vida nos propone, aprender y crecer con ellos, saliendo fortalecidos al superarlos.
No cabe duda de que nos encontramos ante una de las capacidades que marcan la diferencia en la vida de cualquier persona. Vivir conlleva la oportunidad de experimentar momentos increíbles y maravillosos, así como momentos duros y muy difíciles.
Entrenar la habilidad de resiliencia para manejar cualquier desafío.
El dolor forma parte de la vida, nos guste o no, y por mucho que intentemos evitarlo o la sociedad negarlo, no hay donde esconderse. Desarrollar los recursos emocionales para manejar los desafíos que aparecerán en el camino, es posible que sea una de las mejores inversiones que podemos hacer en nosotr@s mism@s. La resiliencia, más allá de ser una capacidad con la que nacemos, es una capacidad que podemos aprender, entrenar y desarrollar.
Una de las investigaciones más interesantes que he conocido sobre la resiliencia, es la llevada a cabo en la universidad de Northwestern (Chen y Miller 2012). En ella, estudian las claves que permiten a niños y niñas de entornos socioeconómicos muy desfavorecidos, salir fortalecidos de esa situación y crecer con ella. ¿Dónde está la diferencia entre los niños que salen fortalecidos y los que son devorados por la situación adversa que les ha tocado vivir? Y lo que no es menos importante… las claves que determinan esa diferencia ¿se pueden aprender? Porque esto no sería necesario si pudiéramos cargarnos de un plumazo todas las adversidades, obstáculos y desafíos de la vida… pero la realidad es que no, no podemos… No podemos evitar que el mar produzca olas, pero sí que podemos aprender a surfearlas para que no nos engullan.
Las dos claves para conseguir que adversidades, obstáculos y desafíos nos fortalezcan
Así que lo que descubrieron Chen y Miller, es que hay 2 claves actitudinales capaces de obrar el milagro y proteger a los niños y niñas, de los riesgos de salud asociados a entornos pobres e inseguros.
La primera clave es la “Actitud de Cambio”
Esta clave empieza con aceptar la situación que no podemos cambiar y orientarnos hacia cambiar lo que sí depende de nosotros, que en muchos casos es nuestra actitud. Aceptar no es rendirse ni resignarse, como vimos en la página sobre mindfulness. Aceptar es tener la inteligencia de no hacer más difícil lo que ya es difícil de por sí, y actuar donde sí tenemos capacidad para cambiar las cosas. Desgastarnos inútilmente en tratar de cambiar lo que no está en nuestras manos es el camino más directo a experimentar sufrimiento. Los momentos de dolor son inevitables por el hecho de estar vivos. Pero el sufrimiento es opcional, porque este proviene de la no aceptación del dolor. Del deseo profundo de evitar sentir eso que estamos sintiendo y no podemos cambiar. Y luchar contra lo que no podemos cambiar, suele salirnos bastante caro, porque nuestras posibilidades de victoria son tantas como ninguna. Y con esto no estoy diciendo que no actuemos para mejorar la cosas, sino que lo hagamos a plena potencia en aquello sobre lo que sí podemos actuar. La ecuación del sufrimiento es la siguiente: Dolor x Resistencia = Sufrimiento.
Cuentan que una vez llegó Buda a un pueblo y se le acercó una señora que acababa de perder a su hijo. El dolor emocional de la pérdida de un hijo es el más grande que puede experimentar una persona. Ella le pidió a Buda que le diera algo para no sentir más ese profundo dolor y Buda le dijo: “para poder darte lo que pides, antes necesito que vayas a todas las casas del pueblo y por cada casa en la que nunca haya habido dolor por algún suceso, tráeme una semilla de sésamo”. La señora recorrió todas las casas del pueblo sin fortuna y regresó al lado de Buda diciéndole: “no he podido traerte ninguna…” Y en ese momento se dió cuenta de lo que Buda le estaba mostrando… la necesidad de aceptar y sentir su dolor para dejar de alimentar el sufrimiento y poder trascenderlo…
Así que la “Actitud de Cambio” implica por un lado aceptar y dejar de luchar contra lo que no podemos cambiar y por otro “cambiar” la manera de pensar sobre la adversidad. Esto implica ser capaces de hacer el esfuerzo de encontrar la oportunidad de aprendizaje y crecimiento, que para nosotros podría esconderse detrás de esa situación difícil. Por experiencia propia sé que no es fácil y también por experiencia propia, sé que con esfuerzo y práctica, cada vez somos más capaces de destilar la oportunidad detrás de la dificultad. ¿Qué puedes aprender? ¿Para qué podría resultarte útil la dificultad de esa situación? ¿Qué es lo bueno que podría desprenderse de ella?
La segunda clave es la “Actitud de Persistencia”
Esta clave tiene que ver con ser capaces de mantener la esperanza y el optimismo, porque “todo pasa”… lo maravilloso y lo doloroso… todo pasa, cambia, se transforma. Nuestro cerebro lleva muy mal el dolor y crea la sensación de que si no nos lo sacamos de encima cuanto antes, podríamos morir. Nuestro cerebro primitivo funciona así, tratando de ayudarnos a sobrevivir, pero que funcione así, no significa que siempre esté en lo cierto. Ser capaces de aceptar el dolor, nos permite, dejando de luchar, disponer de recursos para mirar el futuro con la esperanza de que las cosas mejoraran, a pesar de que en el momento presente estén siendo duras.
Además, la actitud de persistencia incluye otro elemento importante: considerar que lo que nos está sucediendo, de algún modo, aún cuando nosotros no podamos todavía verlo, nos ayudará a contribuir de una manera más positiva al mundo, a la vida y a los demás. Es como que la vida premiara a aquellos que, con lo que les sucede, trataran de ayudar a otros de alguna manera. No en vano, hay multitud de investigaciones que ponen esto de manifiesto, como por ejemplo la de Arnstein, Vidal, Wells-Federman, Morgan y Caudil (2002), en la que personas que padecen un dolor crónico y aconsejan a otros con el mismo dolor, reducen sus posibilidades de depresión, alivian su propio dolor y brindan más sensación de sentido a sus vidas.
La investigación de Northwestern, pone de manifiesto que los niños y niñas que responden a la adversidad con actitud de cambio y persistencia, son inmunes a los efectos tóxicos de una infancia difícil y desfavorecida.
Eso en mi opinión, merece que nos paremos a reflexionar sobre cómo afectaría a nuestras vidas y a las de las personas que más queremos, que invirtiéramos en desarrollar esas actitudes en nuestras vidas… Actitud de Cambio… Actitud de Persistencia… ¿te lo imaginas?
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Reconocido como uno de los TOP Speakers Spain más influyentes de España por la prestigiosa Thinking Heads. Profesor, coach y conferenciante experto en gestión del cambio, liderazgo, influencia y gestión positiva del estrés.
Preguntas Frecuentes sobre Resiliencia
¿Qué es la resiliencia en una persona?
Capacidad de adaptarse y recuperarse después de enfrentar situaciones difíciles y/o traumáticas. La persona resiliente se destaca por mantener una actitud positiva, buscar soluciones y aprender de la experiencia.
¿Cuándo considerarte resiliente?
Cuando eres capaz de afrontar situaciones difíciles y estresantes de manera efectiva, manteniendo un equilibrio emocional y mental.
¿Cuáles son los tipos de resiliencia?
Se destacan cuatro tipos de resiliencias, ellas son:
Resiliencia psicológica. Resiliencia emocional. Resiliencia Física. Resiliencia Comunitaria